El consumo intensivo de alcohol, o “Binge Drinking”, es una práctica cada vez más extendida entre la población adolescente, teniendo su inicio en torno a los 14 años. Esta práctica de consumo se caracteriza por la ingesta de grandes cantidades de alcohol en cortos periodos de tiempo. Esta práctica continuada conlleva alteraciones en la integridad funcional y anatómica cerebral.
Sin embargo, una importante cuestión permanece aún desconocida: ¿Existen diferencias neurobiológicas que predispongan a ciertos adolescentes ser más vulnerables para iniciarse en el consumo intensivo de alcohol? Para dar respuesta a esta pregunta, se llevó a cabo una investigación longitudinal de dos años, en la que participaron 67 adolescentes de 14 años, sin historial de consumo de alcohol previo. Se realizó una medición de la actividad cerebral mediante Magnetoencefalografía mientras realizaban una tarea de control inhibitorio. Asimismo, se les realizó una evaluación de los rasgos psicológicos de impulsividad y conducta disejecutiva.
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